jueves, 30 de enero de 2014

Un grito de mi para mi, un bucle en mi, para mi.

Quiero que no quede una sola persona sin tener estampados en la cara mis gritos.

Es curioso como todo lo que me ocurre me lo tomo como algo personal.
Todo lo que las personas creen que es un gesto normal, chistoso, cómico, alegre, o hasta incluso vigorizador, causan en mi, a las malas, ganas ,impresionantemente difíciles de contener, de saltar y rebatir, discutir, o incluso estallar y sucumbir a la ira que tan fácilmente puede llegar a controlarme.

Os estoy hablando de una molestia. Una puta molestia que no me deja en paz un solo momento. Molestia que me hace dudar, porque, ¿Quién soy yo? ¿El que oprime o el oprimido? Toda esta mierda me atraganta; forma un bolo seco e infumable que a poco está ya de ahogarme.
Después está mi cada vez más mediocre expresión. Cada vez escribo peor, cada vez hablo peor, cada vez mi boca hace más caso omiso a mi convicción de que yo, ya había superado el ser un foco de atención al hablar, el que, como emisor, debía hablar claro y sin pararme, siguiendo los signos de puntuación estrictamente para que no fueran malinterpretadas mis palabras, pero claro, todo esto, según parece, hay un yo al cual no parece parecerle ya bien que tenga esa cualidad que tanto me ha costado desarrollar, pero ¿Qúe voy a hacer? ¿Lucha contra mi mismo? No puedo gritarme sin encontrar dos huecos más donde reverberen esos gritos y me ensordezcan. Un grito de mí para mí, un bucle en mí, para mí.